(...) Desplazó primero el contacto por el teléfono. Luego el teléfono por el correo. Después el correo por el Facebook. Y ahora prefiere tuitear, hacerlo todo allí. Y el lugar de una palmada en la espalda o una confidencia lo ocupa ahora el privado, el grado sumo de cercanía. No dice gran cosa y eso mismo espera del otro. Eso y rapidez. Porque la respuesta importa menos que su retraso y da igual la plataforma. El imbécil digital no da tregua ni comprende otra vida que la vida de pantalla, mejor cuanto más plana, más simple, más ligera (...)
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