El Rey ha dado un golpe, un manotazo, sobre la mesa de la política. Últimamente parece que, cuando algo no se hace como quiere o como le gustaría, se deja llevar por pequeños ataques de cólera o de mal genio. La bronca que propinó a su chófer en la reciente visita a las instalaciones de la DGT es, quizás, un prueba de ello. Pero la carta publicada ayer en su web es un salto cualitativo, y no en la buena dirección. El texto es un error por las formas (histriónicas), el fondo (partidario) y su inoportunidad (a 48 horas de la reunión Rajoy-Mas)
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