El joven miliciano mira a la corresponsal de Reuters mientras señala dos hediondas tuberías de desagüe: “Nos definió como ratas, pero mira dónde le hemos encontrado”. Poco antes de la oración del amanecer, sitiado desde dos hace meses en su Sirte natal, el coronel Muamar el Gadafi se entregó a los rebeldes rodeado de una docena de leales guardaespaldas y acompañado del líder de su extinto Ejército, Abu Bakr Younis. No llegó muy lejos.
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