La única educación que vuelve libres a los ciudadanos (y este debería ser el auténtico objetivo dentro de una democracia que se dice liberal) es aquella que se basa en el conocimiento y el buen criterio. Un conocimiento analítico y racional del mundo. Un criterio formado en la prudencia y en el reconocimiento de la propia ignorancia. Una educación que permita discernir cómo es la realidad, para que los niños y futuros ciudadanos de plenos derechos puedan ubicarse en torno a ella.
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