El protagonista de esta tragicomedia se llama (se llamaba, como veremos) Billy Gibby y vendió cara su ídem al diablo de la publicidad a cambio de 15 minutos de fama y un puñado de dólares. Hoy, con el rostro convertido en un patético tablón de anuncios, en paro y maníaco depresivo, no puede ni usar legalmente su nombre: se lo cambió por dinero por el de un proveedor de servicios de Internet. Busca desesperadamente financiación para el costoso y laborioso tratamiento que le elimine los tatuajes de la cara y le devuelva de paso la dignidad.
|
etiquetas: drama , tatuajes publicitarios , billy gibby