Esta famosa expresión utilizada para señalar alguna dificultad (por ejemplo a la hora de reducir o convencer a alguien) se originó en la Edad Media. Procede de los tiempos en los que la piel de algunos animales (sobre todo la de gato) era ampliamente utilizada para realizar prendas de abrigo, bolsos o talegos donde guardar el dinero (las mismas de los que os hablo en el post sobre el origen de la expresión ‘aquí hay gato encerrado’).
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