La madrugada del viernes, 7 de agosto, falleció una persona. Esa persona tenía unos familiares, unos amigos y unos conocidos para quienes su pérdida habrá sido traumática; esa persona también tenía unos proyectos, unas ilusiones y unas metas que se vieron truncadas. Me permito dirigir esta carta a los seres queridos de esa persona. En primer lugar, quiero decirles que siento muy de veras la pérdida que experimentaron. Pero también deseo comunicarles que, gracias a la generosidad de los donantes de órganos.
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