La eutanasia es un choque frontal contra el paternalismo médico y con una tradición cultural que nos obliga a vivir “hasta que el cuerpo aguante”. No es una huida del sufrimiento o una negación de la naturaleza humana, sino una aceptación de sus limitaciones. Es una toma de conciencia de la libertad individual y de la autonomía relacional. Porque vivir es mucho más que respirar. ¿Para qué seguir viviendo si no existe ninguna fuente de satisfacción? ¿Qué sentido puede tener vivir sin memoria, sin reconocerse a una misma, ni a los seres queridos?
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