Nunca había sido un buen estudiante, así que con 16 años dejé de ir al Instituto. Como tampoco me gustaba trabajar –había estado de telefonista y repartidor de pizzas- un amigo me contó que había que hacerse del “partido”. Me dijo que la política consistía en hablar sin decir nada y que encima te pagaban, además de un sueldo, todos los gastos de manutención. Total, que decidí hacerme del “partido”.
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