El proceso es el siguiente. Disney publica un tráiler de La sirenita. En las redes emerge una discusión sobre el color de piel de la actriz protagonista. Los internautas se insultan y se llaman cosas unos a otros: usted es un woke, usted es un racista. Entretanto, Disney se frota las manos. Tiene exactamente lo que buscaba: una polémica preventiva que, antes del estreno, sirve para distraer la atención de aquello sobre lo que Disney no quiere que se hable, esto es, los posibles defectos artísticos de la película.
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