Mario Mandzukic marcó y se fue corriendo hacia la banda como un poseso. Llevaba una cara de felicidad de esas que solo tienen los que juegan finales de campeonato del mundo. Estaba Croacia, en ese instante, reventando los sueños de los que inventaron este deporte y este negocio. David contra Goliat, aunque es cierto que el Goliat inglés lleva toda la vida demostrando una escasa fiabilidad como gigante. Igualmente, el mérito para los croatas, encargados en ese momento de hacer caer a un país que tiene diez veces más población que el balcánico.
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