“Usted me agredió en el sitio más seguro: en mi propia habitación, y en mi propia cama. A día de hoy, a los 29 años que tengo, apenas duermo y sólo puedo hacerlo con una luz encendida. Como ya he mencionado en el juicio, sufro trastorno de estrés postraumático (PTSD) y cuando la mente me juega malas pasadas, tengo recuerdos terribles de su cara acercándose a mí. Si usted piensa que vivir de esta manera es agotador y no es normal, está en lo cierto. Me aísla completamente y me hace sentir más como un marginado y menos como una persona.”
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