Si la justicia es el síntoma más claro de la dignidad de un país, nuestro estado de salud merece correr a un servicio de urgencias. El entramado político turbio envenena las instituciones al tiempo que la corrupción envenena la vida pública. Pero vivimos en un país en el que las investigaciones de la policía pueden tacharse de mentiras e invenciones si se trata de ocultar la financiación ilegal de un partido o de cargar al contrario con la crueldad de un atentado terrorista.
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