“No hace falta ponerse así” me dicen mucho cuando, arrastrado por la conversación, me muestro vehemente y seguro de mis argumentos. “¿Ponerme cómo?”, pregunto interrumpido, contrariado. “Así”, suelen rematar, señalándome, alzando las palmas al cielo y dando por terminada la charla. Vuelvo a la cerveza, al partido o lo que estén dando en la muteada tele del bar, y si sigo hablando es por que la mesa se zambulle en los caprichos de la meteorología o en una nueva serie imperdible que han estrenado en esa plataforma de la que no soy socio.
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