Desde que tenía veinte años, Ana del Alto sospechaba que podía sufrir alzhéimer. Su abuelo, su padre, su tía y su prima, también lo han padecido o lo están padeciendo. Sus hijos tienen un 50 % de posibilidades de desarrollar la enfermedad. Debido a la carga genética que podía tener, Ana sentía la amenaza de formar parte de ese 1 % de pacientes de alzhéimer que presentan sus primeros síntomas antes de los sesenta. Y así fue. Los primeros fallos cognitivos empezaron a ser perceptibles cuando tenía 35.
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