La banda reconoció en un documento interno que el mensaje de "o bombas, o votos" alcanzó un "alto grado de penetración" en la izquierda abertzale. Lideró una estrategia que aceleró el final de la violencia: golpes policiales a los sectores continuistas y fomento de la disidencia en el interior de las cárceles. Su nombramiento como ministro del Interior desató las teorías conspirativas: todo lo malo sin autor conocido se adjudicaba de inmediato al político socialista
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