El caso de Israel constituye un ejemplo de cómo la inmigración masiva puede ayudar a mejorar la calidad de las instituciones gubernamentales. En la última del siglo pasado, Israel aumentó su población en un 20% debido a la inmigración masiva de judíos de la Unión Soviética, ya que el país no impone restricciones migratorias a los judíos. El resultado de este influjo migratorio no fue el deterioro del estado, sino que el capital social de los inmigrantes redundó en una mejora en la calidad de las instituciones.
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