Carl Anton Larsen, el segundo por la derecha en la fila inferior, no me pareció la típica estampa de marinero y aventurero capaz de embarcarse hacia la inmensidad desconocida del infierno azul en busca de no se sabe bien qué por aquella época... Pero me equivoqué, bajo su freudiana apariencia de caballero remilgado, el noruego escondía un corazón y una voluntad fuera de lo común y, en cierto modo, una vida paralela a la de mi querido Ernest Shackleton.
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