En el Estado español se ha apostado por entender la vivienda como mercancía y por el mercado como el mecanismo más eficiente para conjugar la oferta con la demanda de viviendas, sea a través del alquiler o, sobre todo, la compra. Pero queda cada vez más patente que no existe tal equilibrio: cientos de desahucios son confrontados cada semana con una barrera de cuerpos.
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