El número de personas que experimentan pérdida de sueño ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas. La extrapolación de los hallazgos de laboratorio al mundo real sugiere que las mujeres se ven más afectadas por la vigilia prolongada y la desalineación circadiana que los hombres. Por lo tanto, es probable que los efectos a largo plazo, como el sueño y los trastornos metabólicos, sean más prevalentes en las mujeres que en los hombres.
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