Hace poco más de cuatrocientos años, en septiembre de 1623, un joven príncipe extranjero cruzó en su carruaje las tierras del norte de Castilla. Viajaba de El Escorial al puerto de Santander, para embarcar allí de regreso a su reino. Se trataba de Carlos Estuardo, príncipe de Gales (futuro Carlos I de Inglaterra), e iba con prisa. Quería volver con su padre, Jacobo I, cuanto antes; tal ultrajado se sentía después de pasar cinco meses en la corte de Felipe IV intentando inútilmente acelerar su boda con la infanta María.
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