A la propietaria de una pequeña empresa de fitosanitarios no le cuadraban las cuentas. No era nada llamativo, pero con el paso del tiempo notaba cómo su negocio no respondía a las expectativas. La propietaria sospechaba del tren de vida de su pariente, vistiendo ropa de marca, organizando reuniones familiares y fiestas en casa durante numerosos fines de semana y con la pretensión de realizar una casa nueva. Todo ello, en teoría, con un sueldo de 800 euros al mes.
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