El declive del imperio

Aprovechando el incidente entre el dron estadounidense y el caza ruso sobre aguas del Mar Negro, el último paso de la escalada de la que estamos siendo testigos y pareciera un mero aperitivo de la próxima gran conflagración internacional, me parece oportuno poner sobre la mesa un pequeño análisis de la situación con miras algo más amplias en el tiempo y en el espacio a lo que nuestros medios de comunicación nos tienen acostumbrados.

Los términos generales son bastante asequibles, sencillos incluso. La hegemonía norteamericana de las décadas recientes, dadas las dinámicas geopolíticas y económicas, hace ya tiempo que empieza a dar diversos síntomas de agotamiento, en buena parte como resultado de sus propias mentiras.

Todos los imperios terminan cayendo. Lo sabe bien la historia de este país y lo pueden corroborar sus propios socios británicos. Lo que está por lo tanto es duda es el momento reciso y no el hecho en sí.

Por lo general cabe esperar que el hegemón de turno se resista con uñas y dientes a ceder su poder del mismo modo que el macho alfa de un grupo de chimpancés u orangutanes. Sucede que esta vez la tecnología y por lo tanto las capacidades bélicas y de destrucción, además de estar en su cenit, suponen una amenaza significativa para la propia supervivencia de la especie.

El nada sospechoso de comunismo John Von Neumann acuñó el acrónimo M.A.D (Mutual Assured Destruction) para referirse a las consecuencias de un intercambio entre potencias nucleares. Y vale la pena recordar que además de una mente científica relevante formaba parte del ala dura más cercana a los militares, defendiendo incluso el uso del armamento atómico en Japón al final de la segunda guerra mundial. Si la advertencia viniera de algún hippy pacifista tal vez pudiera ser tomada más a la ligera.

Los Estados Unidos de América, que aún a día de hoy ostentan en términos generales el papel de potencia hegemónica a través de su dólar, su ejército y sus servicios de información, se encaminan indefectiblemente hacia una cruda disyuntiva, si es que ya no están metidos con los dos pies en ella como en Ucrania.

O bien tratan de preservar a toda costa su posición, “by any means”, como con el Nord Stream se ha visto que viene siendo su estilo, con lo que lo único que conseguirán en el mejor de los casos es aplazar la misma situación un tiempo más y en el peor devolver a la especie humana a unos siglos atrás, o bien se aseguran de que quede establecido tras su hegemonía un orden mundial que no pueda hacer con ellos lo que ellos han hecho con el resto.

Así que al final y en resumen sólo pueden ganar tiempo, llevar a la especie humana al borde de la extinción, cuanto menos a un retroceso severo, o cambiar las forma en que se expresan las relaciones de poder en el planeta. Y sólo las dos últimas son realmente conclusiones puesto que la primera es mera dilación. Seguramente estén ante la decisión más importante que hayan tenido que tomar nunca, para ellos y para el resto del mundo. Y tal vez puede que este no sea el momento, aunque en mi opinión lo es, pero lo que es seguro es que ese momento llegará. Y yo diría que ya ha llegado.

Es harto conocido el comentario de Einstein acerca de una cuarta guerra mundial con palos y piedras. Menos conocida es la pequeña parábola, que se compartió por aquí aunque no he podido encontrar, acerca de un alumno que decide romper un palo cuando entiende que de cualquier modo no podrá eludir ser golpeado con él. Pero seguramente el cierre más apropiado es ese refrán árabe que nos recuerda que "un día tienes el palo en la mano y al día siguiente lo tienes en el culo".

Sólo queda por ver como esta generación de líderes norteamericanos querrá ser recordada en una historia que no podrán escribir ellos eternamente: como el cambio de paradigma hacia un orden mundial más justo y colaborativo o como la tragedia de la especie humana. Los arsenales nucleares suponen un gran punto de inflexión, veremos hacia donde.

Cuanto más tarden en optar por la primera alternativa en peores condiciones se hallarán para defender sus intereses y puede que esa ventana de oportunidad se termine cerrando, abocándonos a todos a la segunda situación. Y por el momento parece que vamos en camino de convertir el planeta en un gran Chernóbil. ¿No tiene algo de poético que eso empezara en Ucrania? Si es que hasta parece un aviso.