No hay mal que por bien no venga y los asientos vacíos en los estadios de los Juegos Olímpicos de Tokio no podrán ocultar que este acontecimiento foco de contagios, por bueno que sea el espectáculo deportivo, tiene lugar en medio de una crisis sanitaria sin precedentes y en contra de los deseos de la inmensa mayoría del pueblo japonés. Así, el Comité Olímpico Internacional (COI) –que insiste en considerarse a sí mismo el líder de un movimiento social a nivel global– demuestra ser poco más que el circo itinerante de la industria deportiva global
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