Una idea comúnmente extendida es que la conversión de suelo rústico a suelo urbano es un gran negocio para los Ayuntamientos (que somos todos). Nada más lejos de la realidad, Más bien somos los ciudadanos, con nuestros impuestos, los que debemos sufragar el mantenimiento de todo ese terreno reclasificado que a los entes privados les ha costado muy poco en relación a los beneficios obtenidos, y a los ciudadanos les cuesta mucho su mantenimiento y para toda la vida.
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