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Cuando Mao hizo su primera visita a Moscú después de tomar China, en 1949, se esperaba un recibimiento especial, pero fue humillado al ser recibido como uno más entre los invitados que habían llegado para celebrar el 70 cumpleaños de Stalin. Mao quería venganza. Su oportunidad llegó ocho años más tarde, cuando Kruschev hizo una segunda visita de Estado a China. Había descubierto que el orondo premier ruso no sabía nadar. A Mao, por el contrario, le encantaba nadar.
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