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Criminales de guerra

Mi tío abuelo, el practicante Eduardo Cadórniga, un demócrata moderado que simpatizaba con la Izquierda Republicana de Azaña, no murió aquella madrugada terrible del 27 de octubre del 37 en Valdediós, pero presenció, con otros supervivientes, todo el horror de la masacre: la borrachera y la fiesta siniestra de la soldadesca bailando con las enfermeras, antes de violarlas y hacerles cavar su propia fosa, con sus compañeros de infortunio; las ráfagas brutales del fusilamiento en masa y los tiros de gracia con los que fueron rubricando su hazaña l

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