El cierre de fábricas y comercios en China, junto a las restricciones de viaje impuestas para hacer frente a la epidemia de COVID-19, se ha traducido en una bajada sustancial en el consumo de combustibles fósiles en el país asiático. Y eso ha producido una caída de al menos un 25% en sus emisiones de dióxido de carbono, según cálculos de Lauri Myllyvirta, del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA)
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