La mayoría de quejas vecinales tienen su origen en el ladrido del perro que se queda solo y la ansiedad por soledad y separación le lleva a ladrar insistentemente ante la frustración de la comunidad de vecinos o bien por la falta de civismo de muchos adoptantes que no hacen el amago de recoger ningún deshecho de su mascota. Y es que como adoptante de perro, desde su adopción ya has asumido un compromiso con él: de cuidarlo, alimentarlo, quererlo… y educarlo. No nos olvidemos de esta cuestión.
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