El gobierno brasileño se negaba a admitir a los pescadores galos argumentando que las langostas, aunque animales marinos, se desplazan o caminan por el fondo de la plataforma continental y, por tanto, por su territorio, mientras la postura de Francia era que las langostas nadaban y, en consecuencia, no se adscribían a ningún sitio concreto y cualquiera tenía derecho a cogerlas. Por supuesto, intervenía un factor tradicionalmente causante de numerosas controversias: la determinación del límite de las aguas nacionales.
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