Los magistrados consideran probado que la tarde del 14 de junio de 2000, el sacerdote Gregorio Salgado, entonces de 48 años, llevó a la víctima a la parroquia y después de acariciarle los pechos y el sexo y obligarla a tocarle el pene, se masturbó y acabó eyaculando sobre los pantalones de la chica. Después, le dio a la joven, de 24 años, una bolsa de aperitivos que había sobrado de una romería celebrada días atrás y le pidió que no contará nada de lo que había sucedido.
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