Miguel venía de hacer la compra en un supermercado y decidió entrar en una tienda de Tarragona. Una vez en el mostrador espetó a la dependienta: "Dame todo el dinero de la caja". Llevaba puesta una chaqueta y en la parte inferior de la manga, se distinguía un bulto. Por sus gestos y desafiante mirada, dejaba entrever que portaba un arma. La dependienta, que creyó que el bulto era un arma de fuego. Muy asustada abrió la caja, cogió el dinero y, cuando se disponía a entregarlo, el supuesto atracador le soltó: "¡Que no, mujer, que es una broma¡".
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