Una técnica computacional inspirada en la biología evolutiva hizo posible que nanotubos de carbono dispersos en cristal líquido se reordenasen mediante la aplicación de señales eléctricas, de manera tal que desempeñen el papel de un nanocircuito, para ejecutar tareas computacionales sencillas. “En lugar de crear un circuito eléctrico paso por paso utilizando componentes discretos, nosotros tomamos una cantidad de material y la ‘entrenamos’ para que desempeñase el papel del circuito y computase".
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