Se ha demostrado que el estrés materno y paterno son aspectos críticos del desarrollo cerebral fuera de la prole. Los altos niveles de estrés en las madres embarazadas pueden alterar los patrones de expresión de los genes tanto de la placenta como de los embrionarios, y programar incorrectamente el cerebro del recién nacido hacia trastornos psiquiátricos como ansiedad o depresión. En el mismo nivel, el estrés paterno altera los microRNAs y otras moléculas del espermatozoide, lo que aumenta el riesgo de trastornos en la descendencia.
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