A lo largo de los años, muchos escritores principiantes me han preguntado si deberían registrar sus manuscritos inéditos en el Registro de la Propiedad Intelectual. Yo siempre les contestaba que no hacía falta y que si publicaban el libro la editorial ya se encargaba de ello. Ahora me doy cuenta de que se lo decía no sólo con cierto fastidioso paternalismo, sino, sobre todo, con una inconsciencia pavorosa. Espero que nadie haya salido perjudicado por mi tonto consejo.
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