España no cambió mucho en años y luego lo hizo todo de repente. No fue gradual. Naturalmente, los que en el arranque de la democracia eran jóvenes, y los que no lo eran tanto, lo estarían deseando, que no fuera gradual, que fuera de golpe. No verían la hora de desempolvar España y mandar la caspa a la porra, y al lechero detrás. Dicho sea de paso, hemos perdido cosas por el camino, como al pobre lechero. Pero para los niños de la Transición —aquí vuelvo a desbordar petulancia, lo sé— fue vertiginoso.
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