La coma del vocativo es la aguja del pajar. Uno va por ahí leyendo y no sabe cuándo va a dar con una. Hay quien la ve como un estorbo. Hay quien la ve como la ausente presente: ¡Qué vacío se siente cada vez que no se ve! Es la imagen del dicho «se lo ha tragado la Tierra»; es el accidentado del chiste «iban dos y se cayó el del medio». Es tal el amor de Ramón Alemán por esta coma que le dedicó un soneto: Si quieres que tu texto no despiste/y evitar de zopenco ser tachado,/un consejo te doy, y es regalado,/sobre un signo que a ti se te resiste.
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