No estaría de más que la universidad de Sevilla pidiera explicaciones a otros profesores que testificaron a favor de Romero. A veces resulta tan repugnante el silencio de los buenos como las cerdadas de los malos. Seis años ha tardado en llegar la sentencia, y debe ser insoportable que tus propios compañeros miren para otro sitio y pidan perdón tan tarde.
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