Ya en tiempos inmemoriales, en el país de Uz, Dios y Satanás -mucho antes de caerse del Cielo, siendo aún colaborador cercano del Creador- apostaban a que Job, hombre perfecto, recto y temeroso, no era tan bueno como todos pensaban; y Satanás, seguro de que Job maldeciría a Dios si éste le quitaba su protección, obtuvo su permiso para matar a sus hijos y sus familias, arrebatarle sus riquezas y enfermarlo.
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