Un club de fútbol base impide a un niño de nueve años con autismo que juegue los partidos de su equipo, perder pesa más que incluir. Puede seguir entrenando, eso sí. Pero este niño, que no se ha perdido un solo entrenamiento en todo un año, no podrá jugar con sus compañeros. Solo le queda llorar y aguantarse. O no, porque su familia no se va a quedar quieta.
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