Hay un hecho que se impone con creciente claridad: es la crisis que nos atenaza con especial radicalidad la que está desmontando un tingladillo sin duda pensado para tiempos más apacibles. Y mientras las diferentes variables de una única y cada vez más indiferenciada ‘clase política’ se afanan por rellenar de anécdotas el escenario –desde el caso Urdangarin hasta el caso Bárcenas–, ha llegado el momento de que lo más sano de la sociedad española tome cartas en el asunto.
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