Es del todo habitual que, a cierta notoriedad de la empresa en Estados Unidos, los asesores legales aconsejen guardar parte de los beneficios para litigios absurdos, de esos que, potenciados por el sistema judicial americano (y la cultura de la demanda en la que viven inmersos), se vean movidos a darle al querellante un precio pactado con tal de no perder tiempo y más dinero en una batalla jurídica que, además, podría suponerle mala prensa. Los casos son absurdos, risibles, indignantes y, sobre todo, muy numerosos.
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