Las cárceles españolas han tocado fondo. La masificación, la falta de recursos, los recortes de personal, el envejecimiento de las plantillas de funcionarios y la controvertida gestión ha derivado en que los penales españoles sean ahora sitios mucho más peligrosos que antaño. Hay más reyertas, extorsiones, amenazas y agresiones que nunca. Y menos personal para evitarlo. Son lugares donde, según palabras del Defensor del Pueblo en su último informe, “no se puede garantizar, ni la vida de los internos, ni la seguridad de los trabajadores”.
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