Durante los primeros encuentros, le trataron como un muñeco, pero a las 27 sesiones el QRIO desplegó todas sus posibilidades y poco a poco los pequeños fueron interactuando con él como si fuera uno más. En una segunda fase el robot fue programado para repetirse, como un juguete, sin responder cada vez de forma distinta y la interacción con los pequeños cayó. Sólo cuando volvió a revelar todo un repertorio de comportamiento variable, los niños volvieron a considerarle como un compañero y le tocaban. Incluso le abrazaban.
|
etiquetas: niños , robot