Durante años, el mercado europeo fue territorio vedado a las marcas de origen chino, cuyos productos no cumplían con los estándares de seguridad, calidad y emisiones del viejo continente. Sin embargo, la industria del país asiático ha evolucionado a gran velocidad en los últimos años, y las tornas han empezado a cambiar con rapidez. Ahora son los fabricantes occidentales los que están perdiendo cuota en China debido a la falta de competitividad de sus coches eléctricos.
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