Eran vendidas a una red de trata de blancas por cantidades que oscilaban entre los 2.000 y los 3.000 euros. Y lo peor de todo es que, en muchos casos, eran sus propios familiares, sus novios o sus amigas íntimas las que, aprovechándose de engaños, conducían a las chicas hasta la red de prostitución. De esta forma, su destino de esclavas sexuales quedaba fijado.
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