La paciente llevaba años acudiendo periódicamente al hospital con los mismos síntomas. El cuadro que presentaba era siempre igual: breves episodios de mareo y malestar que a veces le hacían llegar a desmayarse y perder la conciencia. No era extraño que el problema se repitiese varias veces en la misma semana, pero no tenía convulsiones epilépticas ni ningún otro signo extraño que pudiese dar una pista sobre la causa de su problema a los médicos. Hasta que descubrieron que solía repetirse cuando comía sándwiches o bebía refrescos con gas.
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