La denuncia contra los llamados chemtrails (‘rastros químicos’, en inglés) ha pasado de ser una confabulación minoritaria y excéntrica a convertirse en el principio de un brote de clamor popular. Este cronista se topó accidentalmente con una manifestación contra las ‘fumigaciones ilegales’ en una plaza madrileña. Cuando una teoría de la conspiración salta de internet —su medio natural de incubación— a las calles, significa que hay que tomar cartas en el asunto, bien para intentar desactivarla, bien para sumarse a ella.
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