Todo esto viene a propósito de la terrible mafia que se ha instalado en la rama gastronómica del sector hostelero. Unos señores que cocinan muy bien, que tienen ideas y muchas ganas de que hablen de ellos, compiten cada año por estar en una guía de neumáticos para automóviles que otorga estrellas a restaurantes según su particular criterio. Para conseguir sus objetivos, esos tipos -engreídos, ególatras, egoístas y pésimos ciudadanos- se sirven de cientos de personas -sí chef, les recuerdo que son personas- que trabajan gratis para ellos.
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