Muy desgraciadamente vivimos en un mundo en el que la realidad no tiene casi ningún lugar y en el que el “honor” de los timadores parece estar por encima de la verdad e incluso de la Ciencia. Y el último (y más que aleccionador) ejemplo nos llega de España. Porque que en un momento en donde la Ciencia ha demostrado (más allá de toda duda razonable, como se dice en los telefilms estadounidenses sobre juicios) todo su más que vasto e inapelable poder, pues vienen unos chamanes de tres al cuarto, unos estafadores de medio pelo (...)
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